Hoy os traemos la crónica de Jon Kepa Izagirre de la Hiru Handiak que se disputó el pasado 14 de junio y en la que tenían que ascender al Gorbea, Anboto y Aizkorri. Aquí os dejamos sus vivencias.
Aquí
aún en caliente y con las piernas todavía doloridas os voy a contar mi
experiencia en la Hiru Haundiak (Los Tres Grandes).
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El reto |
La
historia comienza a principios de Enero cuando me inscribo a este gran reto. La
verdad es que tenía muchisimas ganas de participar en una carrera de este tipo.
Por delante cinco meses y medio de preparación y entrenamientos. Empecé
entrenando muy fuerte haciendo unos
noventa kilómetros semanales por los montes de la villa. En el primer mes de
entrenamiento me sobrecargue y termine con una tendinitis en el tendón de
Aquiles que me tuvo dos meses sin correr. Tardé bastante en volver a entrenar
sin molestias y la prueba estaba cada vez más cerca. A tan solo dos meses mi
motivación era muy baja, incluso se me pasaba por la cabeza no presentarme, no
había entrenado nada y pensaba que no sería capaz. Unas semanas antes mi tío
Jon Kepa me convenció para participar, no había corrido más de veinticinco
kilómetros seguidos pero había que intentarlo. Abandonar sin enfrentarme a ello
no es propio de mí.
El viernes antes de la prueba me
levanté nervioso con muchas dudas, no estaba seguro de si sería capaz de llevar
el barco a buen puerto. Por la tarde fuimos a Araia a recoger los dorsales,
había bastante gente y se respiraba un ambiente festivo.
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Recogida de dorsales en Araia. Jon Kepa Izagirres!!! (sobrino y tío) |
Allí nos
encontramos con nuestros amigos del Eutsi BalmaTrail de los cuales había 16
participantes, ahí es nada. Cenamos en familia un buen plato de pasta y nos
acercamos en bus a la salida. Caía la noche cuando arribamos a la Ondategi,
había muchísima gente, la música y las luces de los frontales inundaban el
pequeño parque donde nos encontrábamos. Charlamos entre nosotros, discutimos la
estrategia a seguir y vimos caras conocidas, el mundo es un pañuelo. Tan solo
quedaba media hora para empezar esta odisea, fotos por aquí, algún video por
allí, la última meadita...
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Empieza la aventura |
Quince,
catorce… diez, nueve… tres, dos uno, comienza la aventura. La salida es lenta,
la gente se apelotona pero no me
preocupa, aún quedan 100 kilómetros por delante, ya habrá tiempo de acelerar el
ritmo. Según pasan los kilómetros el grupo se va estirando y se hace más cómodo
avanzar.
En frente se erige el primer
Grande, el Gorbea, a medida que nos acercamos a la cima el viento y el polvo se
hacen notar, es muy molesto. En 2 horas 12 minutos dejamos atrás el primero de
los tres Grandes. La bajada es espectacular, al echar la vista hacia atrás se
ve una larga serpiente de luz que discurre a través de la ladera del Gorbea,
además hay luna llena y su tenue brillo baña todo los recovecos. Avanzamos a
buen ritmo, sin prisa pero sin pausa, van cayendo los kilómetros casi sin
querer. El próximo objetivo es Otxandio, sobre el kilómetro 27, allí nos espera
el primer avituallamiento sólido. Llegamos al frontón a las 4 horas 45 minutos,
apenas nos quedamos 5 minutos, todavía estamos frescos.
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Llegamos a Otxandio, primea parada. |
Proseguimos la
marcha, ahora se hace palpable la distancia entre participantes, vamos mucho
más dispersos. Charlamos entre nosotros y con los demás corredores, nos echamos
unas risas, de esta manera los kilómetros van pasando casi sin darnos cuenta.
Así por la tontería a las 6:19 a.m. llegamos al Parque Natural de Urkiola
encarando de esta manera el segundo Grande, el majestuoso Anboto, morada de
Mari (Diosa Madre en la mitología vasca) y lugar de leyendas. El sol comienza a dejarse ver, los primeros rayos nos
bañan, dándonos energía para ascender por esas empinadas laderas que nos
llevaran a la cima del Anboto. La subida es lenta y se forman grandes colas,
pero poco a poco llegamos a la cima. La panorámica que tenemos delante es
impresionante, quizá una de las estampas más bonitas de todo el trayecto.
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Segundo grande Superado |
Al fondo se ve
el sol inundando con sus rayos la blanca caliza y un mar de nubes que cubre
todo el valle. Me hubiera quedado allí observando esa preciosa estampa, pero
hay que seguir. Encaramos la bajada a buen ritmo, adelantamos a bastante gente
y seguimos rumbo al Orixol, el trayecto por esta zona transcurre a través de
pistas y frondosos bosques. Llevamos encima unos 45 km y las piernas empiezan a
quejarse, nada grave. Poco a poco vamos acercándonos a Landa (km 59) y último
avituallamiento sólido. Allí nos esperan las mochilas con los recambios
necesarios para afrontar la última etapa del recorrido. Pasa el tiempo y parece
que Landa no llega, en este momento me duele bastante la parte de atrás de la
rodilla izquierda, además el sol está empezando a apretar con fuerza y me
siento desmotivado. Según estoy llegando a Landa me ronda por la cabeza tirar
la toalla. Por fin, 11 horas y 22 minutos nos han hecho falta para cubrir la
distancia que separa la salida de Landa. Hay mucha gente animando (familiares,
amigos) mientras los participantes reponemos fuerzas. Me cambio de calcetines y
zapatillas, como, me hidrato abundantemente y me doy crema para afrontar la
parte más dura del Ultra.
Recargo la mochila con comida y bebida y
partimos hacia la Sierra de Elgea. Nada más salir nos encontramos con un
“muro”, enormes rampas nos dan la bienvenida pero me ha venido bien el descanso
y poco a poco vamos hacia delante. A lo lejos se ven los molinos de viento que
delimitan toda la Sierra. El calor aprieta pero no nos detenemos, avanzamos sin
prisa pero sin pausa. Al llegar al primer molino se se escucha un ruido
ensordecedor que va en aumento, son las aspas que giran a gran velocidad
movidas por el fuerte viento. Echamos la vista hacia adelante, vemos decenas de
molinos que recorren la interminable Sierra de Elgea, concretamente hay 78.
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Sierra de Elgea. La entrada en el "infierno" |
Decido ponerme
el mp3 para ver si de esta manera puedo abstraerme del mundo y que se me haga
más amena la marcha. Avanza el tiempo en cambio los molinos no se terminan
nunca, parece que el final está cerca pero subimos una loma tras otra y hay más y más. ¡Mierda! Se me termina la
batería del mp3, sí parece que lo acabo de encender, pero no, ya habían pasado
más de dos horas. Por fin a lo lejos puede verse el final de este infierno, se
divisa el último molino. La alegría inunda nuestras mentes, además se distingue
la silueta del tercer Grande, el Aizkorri. Las nubes han colonizado el cielo,
agradecemos que nos tapen un poco de sol. Tras algunas horas llegamos a La
Majada de Arbelar para después encarar la subida
al Aizkorri.
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Último Grande a la vista |
Justo antes de
la ascensión hay un avituallamiento que nos da la vida, para nuestra sorpresa
hay alimentos sólidos, no contábamos con ello. El último Grande se hace muy
duro, la ascensión está llena de bloques de caliza pulida y cuesta mucho
avanzar, además el cansancio ya se hace más que evidente. Tras 18 horas 35
minutos de carreara ya hemos coronado el Aizkorri, el último grande, nos inunda
una sensación de euforia, ya casi lo tenemos.
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Descanso en Aizkorri, a coger fuerzas |
Quemamos el
último cartucho de comida y nos disponemos a afrontar el descenso hasta Araia.
Con la alegría de haber coronado ya los tres grandes bajamos corriendo entre
rocas primero y después a través del bosque de hayas. La bajada se hace
interminable y mis piernas no dan más de sí ¡No puedo más! Me pregunto a ver
porque hago este tipo de locuras, con lo bien que estaría en casa. El último
avituallamiento esta delante de mí, estoy a punto de alcanzar la tan ansiada
meta, pero todavía me quedan cuatro kilómetros. Menos mal que se me ocurrió
llevar bastones porque de otra manera no hubiera llegado hasta donde estoy.
Solo quedan dos kilómetros no es nada me digo para dentro, casi a rastras
llegamos a la carretera que nos llevará a la gloria.
Apenas
cuatrocientos metros nos separan del fin de la agonía. Según nos acercamos se
escuchan gritos de ánimo, sentimos el calor de la gente tratándonos como
héroes. Nos aplauden, nos silban y se nos ponen los pelos de punta. Nos invade
una emoción que hace que se nos olviden todos los dolores y los malos momentos
que hemos pasado. ¿Por qué hacemos estas locuras? La respuesta aparece ante
nosotros, es por este momento, este momento no se puede describir hay que
vivirlo para saber lo que se siente. Este escueto instante es la gasolina para
seguir con nuestras locuras, lo que alimenta nuestras almas de corredores.
Finalmente llegamos en 20 horas 33 minutos, muy contento porque pensaba que no
conseguiría terminar.
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La felicidad nos inunda. Llegada a Araia |
Todo el
trayecto lo hice en compañía de Sergio Sanchez y Jon Bascones sin los cuales
estoy seguro que no hubiera podido terminar. ¡Gracias chavales sois unos
grandes!
Zorionak Jon Kepa!
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